Belgrano y su mirada sobre el campo

“Si cada uno hace un poco de su parte en la reunión de ideas y hechos, habremos conseguido muchos adelantos”.

En un escrito publicado por LA NACIÓN el 31 de mayo de 2008, el historiador Roberto Elissalde aborda las ideas económicas de Manuel Belgrano y su relación con el campo. Lo hizo motivado por la mención al prócer en el masivo acto organizado en Rosario por la dirigencia rural el 25 de mayo de ese año. Entre los principales conceptos a destacar tomamos los siguientes:

Imagen: El Historiador

 

Poco y nada se conoce sobre su actividad como secretario del Real Consulado, que se instaló en Buenos Aires el 2 de junio de 1795, en el edificio del Cabildo. Seguramente su nombramiento estuvo signado por la traducción que hizo de la obra de François Quesnay: Máximas Generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor. Después de más de un siglo de intervencionismo estatal cuando se impusieron las ideas mercantilistas de Colbert, aparece la fisiocracia, inspiración de Quesnay, quien sostenía que como en el cuerpo la sangre circula libremente, también debía hacerse con la circulación de los granos, o sea, la riqueza agrícola en el reino.

El Consulado debía velar por los intereses de los comerciantes y anualmente Belgrano debía leer una memoria de la actividad realizada. Más que un comentario de la actividad de la institución, dedicaba extensos párrafos con oportunas observaciones sobre el estado en que se hallaba la agricultura y de qué forma podía mejorarse. En el primer mensaje leído el 15 de junio de 1796, titulado Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio en un país agricultor, recordó la necesidad de buscar la mayor perfección en el cultivo de la tierra, pues en eso radica la verdadera riqueza y era el deseo del soberano que todos sus dominios lograran la mayor abundancia.

Apuntaba que “la agricultura es el verdadero destino del hombre” y recordaba que en la mayoría de las villas y ciudades de España, había sociedades económicas cuyo fin era velar por la agricultura, premiando a aquellos que se dedican a esa actividad.

Al año siguiente, Belgrano se ocupó especialmente del cultivo del lino y del cáñamo, y en 1798 afirmó que es indudable que el hombre se abandona cuando no halla recompensa en su trabajo, pero que en tiempos de abundancia el deseo de poseer y disfrutar lo que antes se desconocía va arraigándose profundamente en la gente, situación que si se sabe favorecer con oportunidad es un importante progreso.

Sus profundas convicciones le hacían afirmar que este país sin libre comercio sería miserable y desgraciado. “Si por algún tiempo florece, será tan pasajera su primavera que ni un rastro quedará de sus felicidades, pues el negro invierno de la mendicidad vendrá con sus nieves y hielos a destruir cuantas riquezas hubiese obtenido. Su misma abundancia sería el azote más cruel que tuviese.”

Muy extensa es la cantidad de oportunidades en las que a través de las páginas del Correo de Comercio se ocupó del progreso del campo y de la comercialización de sus frutos. A pocos días de la Revolución de Mayo escribió sobre la necesidad de la libertad de comercio para evitar la carestía de la vida, que se origina por la falta de libertad que tiene el vendedor para disponer a su arbitrio el fruto de sus sudores. Su clara visión del rol del campo, lo llevó a proponer la creación de escuelas agrícolas. Sin duda, su pensamiento vislumbró como pocos la riqueza de nuestro país, del que fue uno de sus más nobles y desinteresados fundadores. Sus palabras a casi o poco más de dos siglos siguen siendo de actualidad. Para estos momentos valen estas palabras de su Memoria del Consulado de 1809: “Si cada uno hace un poco de su parte en la reunión de ideas y hechos, habremos conseguido muchos adelantos”.

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2020-06-19T14:31:48+00:00